Alba Emoting BCN

Conversando con el lado físico de las Emociones

La Desconfianza y Yo

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  • Pamita, ¿tu crees que nacemos con desconfianza?
  • No, claro que no. Nacemos con confianza.
  • ¿Y cómo lo sabes? ¿Cómo estás tan segura?
  • Pues porque si naciésemos con desconfianza, ¡no naceríamos!
  • ¿De verdad?
  • Claro! Si naciésemos con desconfianza, no saldríamos del útero materno, nos quedaríamos dentro… probablemente mirando de reojo por el canal de salida al mundo externo, como si de un telescopio se tratase, observando a distancia el inmenso universo que hay al otro lado del portal. Y entonces, probablemente, muchos decidiríamos quedarnos dentro.
  • Si, visto así tiene lógica… Y entonces… ¿Cuándo aprendemos la desconfianza, Pamita?
  • ¡Vaya preguntas de buena mañana, querida! ¿De dónde nace tu interés por la desconfianza? ¿Es porque tu estás sintiendo desconfianza o por algún otro motivo?
  • Creo que sí, que lo pregunto porque la desconfianza está muy instalada en mí… y quiero saber de dónde viene… o, mejor dicho, de dónde me viene.
  • ¿Y porque crees que yo tengo la respuesta?
  • No sé, porque si no lo sabes tu ¿Quién lo va a saber?

Al cabo de un rato…

  • Pamita, que no me has respondido!!
  • Si, disculpa, tienes razón… es que no sabía que contestarte. En realidad ahora todavía no sé muy bien qué decirte, pero agradezco tu confianza en mí. Esto me ayuda a ir encontrando lo que sí tengo para ofrecerte, en lugar de quedarme sólo con lo que no sé que decirte… 
  • Ah si? Vaya!… me gusta… Me gusta ver los efectos que puede tener la confianza depositada en alguien.
  • De todas maneras espero que a medida que avance la conversación esta confianza en mí no se vaya deteriorando y se convierta en desconfianza… jajaja.
  • Noooo! Eso nunca ocurrirá!!
  • Ojo! No confíes tan ciegamente en mí, querida… porque desde ahí es muy fácil caer de golpe en la desconfianza! Cuando alguna promesa (incluso no las no declaradas) o expectativa (por pequeña o inconsciente que sea) no se cumple, es natural que se nos active la desconfianza!! En este caso sería hacia mí… Si no cumplo tus expectativas o si crees que no te estoy dando lo que “por omisión” te estoy prometiendo, lo más natural es que que acabes no fiándote de mí y, si lo generalizas y lo llevas a la máxima intensidad, puedes llegar a no fiarte de nada ni de nadie!!
  • Ostras! Tienes razón. Creo que esto es lo que me está pasando, que o confío ciegamente o desconfío de todo y de todo el mundo. Que desastre!! A veces me dicen que soy muy ingenua o muy inocentona… Por cierto ¿es lo mismo la “confianza ciega” que la ingenuidad o la inocencia?
  • En cierta medida yo diría que sí. 

Al cabo de un rato…

  • Pamita… y entonces ¿de dónde me viene la desconfianza? ¿cuándo la aprendí?
  • Creo que quien mejor lo puede saber eres tu misma… Sin embargo voy a ver con qué puedo contribuir para que lo vayas des-cubriendo. 
  • Mmmm, qué bien!! Muchas gracias!!
  • Lo primero que me viene es que creo que sí, que en ocasiones la desconfianza puede venir de experiencias muy antiguas, incluso intrauterinas (vividas en el interior del útero materno)… y, si vamos aún más allá de nuestra biografía personal, la desconfianza también podría venir de experiencias transpersonales.
  • ¿Pero no decías que no? ¿No decías que no nacíamos con desconfianza?
  • Si, es verdad que he dicho esto. Me refería a que no nacemos “desconfiados”, y sí creo que la semilla de la desconfianza puede haberse instalado en nosotras en el útero materno e incluso venir de recuerdos de mentiras, traiciones, abusos, etc. vividos por la humanidad o por algunos pueblos a lo largo de la historia… que nos van dejando la impronta de que el mundo no es seguro, que la gente no es buena y que no podemos confiar en los demás ni, en definitiva, en la vida.

Al cabo de un rato…

  • ¿Tu crees que mi mamá quiso que yo fuese desconfiada?
  • No, claro que no!! ¿Porque dices esto? Conscientemente no tengo ninguna duda de que ella no quería que tu fueses “desconfiada”… si es que de verdad lo eres…
  • ¿Lo dudas? ¿No te fías de mí?
  • Si, querida, claro que me fío de ti y de lo que dices!! No dudo de que lo que dices es lo que sientes!! Y tampoco dudo de que tus preguntas son genuinas, que son inquietudes auténticas las que te llevan a formularlas… Lo que pasa es que la expresión “ser desconfiada” la encuentro muy fuerte y limitante… al decirlo así parece como si fuese una característica de tu “ser” y entonces la transición hacia la confianza adulta tiene mal pronóstico.

Al cabo de un rato…

  • Me quedé pensando en eso que dijiste de la “confianza adulta”… ¿A qué te refieres, Pamita? ¿Acaso hay una confianza adulta y otra infantil? Y la desconfianza que sería ¿adulta o infantil?
  • Me encantan tus ganas de saber, querida! Y con cada pregunta me pones en un aprieto… jajaja. Y, a la vez, haces que vaya encontrando respuestas que ni siquiera yo sabía que estaban en mí. De nuevo, gracias por tu confianza!!
  • Bueno, es que a mí me parece que tu sí sabes, por eso te lo pregunto… Si desconfiase de tu saber o de tu sinceridad al responderme no te preguntaría… Anda!! Ahora me estoy dando cuenta de lo que me pasa!!… Cuando desconfío me alejo, porque la persona no me da seguridad o ese espacio no lo siento un lugar seguro.
  • Qué maravilla ver cómo vas descubriendo poco a poco algunas cosas acerca de tu desconfianza. Efectivamente, desde la desconfianza nos alejamos, nos desvinculamos, con lo cual lo que hacemos es reforzar la desconfianza.

….. ….. ….. …..

  • En relación a tu pregunta de si hay una confianza adulta y otra infantil, yo diría que si. Sin duda. La diferencia está en que la desconfianza adulta es el resultado de una comprobación de la realidad, está fundada en hechos comprobables, y esta información y esta conciencia de lo que ha despertado en nosotras (desconfianza) nos permite hacernos cargo, tomar nuestra responsabilidad y poner las emociones que componen la desconfianza (a mi entender miedo y rabia), al servicio de lo que han venido a avisarnos… e iniciar las acciones/conversaciones que puedan restaurar la confianza primero en nosotras mismas, después en la otra u otras personas y al final, en la vida… en lo que la vida nos trae… 
  • No parece muy fácil hacer esto con miedo y rabia en el cuerpo, ¿no te parece? 
  • No si nos dejamos llevar por ellas… por estas emociones. Pero si, como te decía, tomamos la posición adulta de “hacernos cargo” de lo que nos está ocurriendo, de lo que estamos sintiendo, podemos empezar a elegir cómo responder en lugar de reaccionar. Es decir: siento la emoción, la reconozco, me doy cuenta de dónde viene (reactiva a qué experiencia o estímulo externo o interno), respiro el step out para volver al centro y separarme de “ser” la emoción, y desde allí puedo elegir…  quedarme un tiempo más en la desconfianza o quedarme en ella el resto de mi vida, puedo elegir escuchar lo que me está diciendo esta emoción y, si es verdad que en ella hay miedo y también rabia, ver de qué manera puedo ponerlas al servicio de avanzar, crecer o evolucionar personalmente o en la relación con los demás y con el mundo en general… y también puedo elegir tomar la iniciativa de activar alguna otra emoción respirando, por ejemplo, las complementarias… Mmmm… esto suena muy bien. No se me había ocurrido hasta que me has hecho esta pregunta. Gracias, querida, por seguir confiando en mí y sacando mi sabiduría!

Al cabo de un rato…

  • Oye, Pamita, a qué te refieres con “respirar las complementarias”?
  • Querida, ven al próximo Taller que haremos de Aprendizaje Emocional!! Allí experimentarás todo lo que estoy diciendo y tu misma podrás comprobar lo que es “respirar las complementarias”. Confía en mí y ven a aprender acerca de tu mundo emocional. Esto es una manera de tomar la responsabilidad adulta… para que no sean las emociones las que te embarguen, se apoderen de ti, te conviertas en víctima de ellas y acabes desconfiando de tu capacidad de gestionarlas y de evolucionar en la vida.
  • Jajaja. Ok. Gracias Pamita. Allí estaré!!

 

Carme Tena


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Esta entrada fue publicada en 2 de abril de 2018 por .